La miras y de repente llega a ti una ola de desprecio, haz viajado tanto, solo para mirarla de cerca, tanto como pueda ser, tus manos sudaban en el avión. Era algo que leiste en tu colección de revistas y sin darte cuenta lo deseaste cada vez más, te pillaste contando tus ahorros y llegaste a la conclusión de que, a ese paso, no llegarías lejos. Fue entonces que renunciaste a tu empleo, que no era gran cosa, pero te hacía sentir importante y te conseguiste algo un poco menos glamoroso, pero había ventajas; pagaban más.
Lo malo de esto es que casi todo se consumía al pagar la renta cada mes y las medicinas y doctores de mamá que parecía cada día más enferma.
Ahí parado frente a ella, recuerdas la última vez que le diste dinero para un médico; sonreias solo con el labio superior, el de abajo estaba como dormido por la presión de los dientes al soltar el dinero, para no decir lo que pensabas. Unos días después murió y lamentaste el haber sido descortés con ella, pero no pensaste en darle más dinero.
- Ahora ya no sufre más - Decías a toos los que se acercaban a darte el pésame. - Un joven muy sensato- era lo que se alejaban murmurando todos. Hubo un comentario que recuerdas particularmente, de uno de tus parientes -Si necesitas algo, no dudes en pedirlo -
Negaste con la cabeza pues no sabías cómo formular tu petición, el pariente posó su mano sobre tu hombro, sonrió y se alejó lentamente sin esperar a que rectificaras, pensando en lo valiente que eras al querer enfrentar solo al mundo a tu corta edad, después de todo para la mayor parte de la gente no eres más que un niño, mientras tú te quedaste pensando en lo estupido que eres por no pedirle el dinero que necesitabas.
Como todo hombre enamorado la investigaste, averiguaste de su vida, cuándo y dónde nació quiénes eran sus padres y te sorprendió saber que también murieron cuando era muy joven. Cada que veias una portada de revista con su cara la comprabas y fue así como nació tu colección secreta, que ocupaba cada segundo de tu tiempo plibre, era ya una obsesión. Soñabas con estar ante su presencia y al morir mamá, los pasos que dabas eran más largos.
Ganabas cada centavo que te era posible, la gente admiraba ese deseo de superación que veía en ti; tú sabías que sólo veían lo que querían ver, que erotizaban tu sufrimiento y lo transferian a si mismos. Tu deseo por ella en los ojos de los demás se convertía en ganas de vivir, de salir adelante, de comprar una tele de plasma, de cambiar de auto, de dejar una pareja destructiva, de ser otro.
Finalmente tuviste el dinero suficiente. Arreglaste todo para el viaje, compraste una maleta, sacaste tu pasaporte, empacaste el cepillo de dientes, y 3 o4 bufandas, porque allá hace mucho frio. La emoción te hizo olvidar casi todos los preparativos para el viaje y ahora sólo recuerdas una voz a lo lejos anunciando tu vuelo cuando escribias un telegrama a aquel pariente que te ofreció su dinero:
Me voy lejos, cambiaré de vida por la mujer que amo
Sabías que no pasarías de un breve comentario en las reuniones familiares, para ellos solo sería importante saber de tu desgracia, tu corto mensaje daba espacio a las especulaciones y para cuando quisieran saber de ti, tu rastro habría desaparecido. - El vuelo a París... Segunda llamada- Sonreiste con los ojos desorbitados y la boca chueca al entregar tu pase de aboraje, llegaste a un mugroso hotel que en internet parecía más acogedor y dejaste tu maleta sobre la cama, tomaste la bufanda que, según tu, te hacia ver más elegante, mojaste tu cabello y lo peinaste más de 20 veces, hasta que quedó como lo querías, Cepillaste concienzudamente tus dientes, estabas dispuesto a gritar si así conseguías que respondiera. - Mañana busco trabajo me quedaré con ella en su ciudad el resto de mi vida -
Te acercaste a la taquilla, hiciste con la mano un ademán que inicaba "uno" entraste, pasaste por lo que en tu mente semejaba una fortaleza, y de repente, al fondo del pasillo, boquiabierto miraste un paisaje que conocías, te acercaste tambaleante hasta que la protección te lo impidió; un guardia te miró de reojo, pero no te diste cuenta y sólo supiste que ahí debías detenerte.
Pusiste tu mejor sonrisa y esperaste ver la de ella, sentías su mirada, pero aquella expresión cuarteada te desconcertaba. Era más hermosa de lo que imaginabas, pero parecía prestarte menos atención que la foto de tu primera revista, quisiste gritar y un nudo en tu garganta apagó tu voz y comenzaste a llorar, te arrodillaste y no fuiste capaz de mantenerte ante su mirada. No merecías estar ante esos ojos que son de todos. Comenzaste a preguntarte si el sacrificio, la tacañería y todas las carencias habían valido la pena. Una vez más sin darte cuenta se acercó un guardia al que ya estaba junto a ti y preguntó -¿¿ Todo bien??- el otro contestó con algo de fastidio - Todo bien, siempre hay alguien que se pone así frente a la Monalisa-