martes, 26 de enero de 2010

Rayuela Cap. 73

Como quien pretende darle un solo vistazo a una obra de arte y comprenderla, vivía en la inopia de lo que podría llegar a ocurrir, error... humano, error humano, error-humano, error, por alguna razón tomé el libro de Rayuela y lo hojeaba al azar encontré un capítulo en el que había estado pensando dejé que esa lectura salteada me llevaran a una y otra página como antes lo había hecho tantas veces, iba en el transporte camino a mi casa a las 10 de la noche, te extrañaba porque justo en ese momento tenía ganas de verte, me dolía la cabeza y me concentré cada vez más en la lectura para olvidarlo. Mi mente dispersa leía pero también recordaba como se siente tu cuerpo y poco a poco sentí un abrazo, el libro en mis manos, mis labios queriendo leer en voz alta, mi voz que me molesta tanto, las pausas de Cortazar al leer su obra... Un regalo, de mi mente para ti, un fragmento al azar, un fragmento azaroso en que mi mente se fue divagando tras de tu cuerpo, que a pesar de estar más próximo que nunca aún extraño, compartiré contigo este fragmento que ayer me regaló un instante contigo.

Cuántas veces me pregunto si esto no es más que escritura, en un tiempo en que corremos al engaño entre ecuaciones infalibles y máquinas de conformismos. Pero preguntarse si sabremos encontrar el otro lado de la costumbre o si más vale dejarse llevar por su alegre cibernética, ¿no será otra vez literatura? Rebelión, conformismo, angustia, alimentos terrestres, todas las dicotomías: el Yin y el Yang, la contemplación o la Tatigkeit, avena arrollada o perdices faisandées, Lascaux o Mathieu, qué hamaca de palabras, qué dialéctica de bolsillo con tormentas en piyama y cataclismos de living room. El solo hecho de interrogarse sobre la posible elección vicia y enturbia lo elegible. Que sí, que no, que en ésta está… Parecería que una elección no puede ser dialéctica, que su planteo la empobrece, es decir la falsea, es decir la transforma en otra cosa. Entre el Yin y el Yang, ¿cuántos eones? Del sí al no, ¿cuántos quizá? Todo es escritura, es decir fábula. ¿Pero de qué nos sirve la verdad que tranquiliza al propietario honesto? Nuestra verdad posible tiene que ser invención, es decir escritura, literatura, pintura, escultura, agricultura, piscicultura, todas las turas de este mundo. Los valores, turas, la santidad, una tura, la sociedad, una tura, el amor, pura tura, la belleza, tura de turas. En uno de sus libros, Morelli habla del napolitano que se pasó años sentado a la puerta de su casa mirando un tornillo en el suelo. Por la noche lo juntaba y lo ponía debajo del colchón. El tornillo fue primero risa, tomada de pelo, irritación comunal, junta de vecinos, signo de violación de los deberes cívicos, finalmente encogimiento de hombros, la paz, el tornillo fue la paz, nadie podía pasar por la calle sin mirar de reojo el tornillo y sentir que era la paz. El tipo murió de un síncope, y el tornillo desapareció apenas acudieron los vecinos. Uno de ellos lo guarda, quizá lo saca en secreto y lo mira, vuelve a guardarlo y se va a la fábrica sintiendo algo que no comprende, una oscura reprobación. Sólo se calma cuando saca el tornillo y lo mira, se queda mirándolo hasta que oye pasos y tiene que guardarlo presuroso.[...]

3 comentarios:

Virgilio Sofistófeles dijo...

Esto sí está raro, sobre todo que no haya comentarios previos, xD

El Pato que te observa dijo...

Definitivamente es raro, y lo es porque la he leído unas 20 veces quizá, al principio era larga, y ahora te podría decir todas y cada una de sus partes de memoria, pero te diré... haz traído una felicidad especial, y un algo que es tan hermoso que no puedo comprender y no me he tomado el tiempo para hacerlo, haz traducido muchos de mis miedos en solo nervios y poca cordura, y he llegado a un punto sin retorno donde no cabe la idea de no decirte cada día cuanto es que te adoro, porque sabias que todo lo haces diferentemente lindo??

Gogo dijo...

leyendo tu blog descubrí que hoy es tu cunmple...

felicidades! :D